El mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de los pobres, en 41 frases
El Vaticano ha hecho público el mensaje del Papa Francisco para la I Jornada Mundial de los Pobres, que tendrá lugar el próximo 19 de noviembre. Un mensaje en el que recuerda a los católicos, a los cristianos y a toda la humanidad, que el mundo fue creado por Dios para todos, sin fronteras, muros ni vallas, y son los hombres los que los han construido, traicionando el don original destinado a la humanidad sin exclusión alguna. Frases como está y muchas otras, deberían hacer reflexionar a la humanidad para comenzar a cambiar. Aquí resumimos el mensaje en 41 frases pero merece la pena leer el texto íntegro.
41 frases de el Papa Francisco para la Jornada Mundial de los pobres
– “Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras» (1 Jn 3,18). Estas palabras del apóstol Juan expresan un imperativo que ningún cristiano puede ignorar.
– El amor no admite excusas: el que quiera amar como Jesús amó, ha de hacer suyo su ejemplo; especialmente cuando se trata de amar a los pobres.
– (…) En las primeras páginas de los Hechos de los Apóstoles, Pedro pide que se elijan a siete hombres «llenos de espíritu y de sabiduría» (6,3) para que se encarguen de la asistencia a los pobres. Este es sin duda uno de los primeros signos con los que la comunidad cristiana se presentó en la escena del mundo: el servicio a los más pobres.
– El Maestro proclamó a los pobres como bienaventurados y herederos del Reino de los cielos.
– “Vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno”. Lucas, el autor sagrado que más espacio ha dedicado a la misericordia, describe sin retórica la comunión de bienes en la primera comunidad. Con ello desea dirigirse a los creyentes de cualquier generación, y por lo tanto también a nosotros.
– ¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar?
– Ha habido ocasiones en que los cristianos no han escuchado completamente este llamamiento, dejándose contaminar por la mentalidad mundana. Pero el Espíritu Santo no ha dejado de exhortarlos a fijar la mirada en lo esencial.
– Cuántas páginas de la historia, en estos dos mil años, han sido escritas por cristianos que con toda sencillez y humildad, y con el generoso ingenio de la caridad, han servido a sus hermanos más pobres.
– Francisco de Asís no se conformó con abrazar y dar limosna a los leprosos, sino que decidió ir a Gubbio para estar con ellos.
– No pensemos sólo en los pobres como los destinatarios de una buena obra de voluntariado para hacer una vez a la semana, y menos aún de gestos improvisados de buena voluntad para tranquilizar la conciencia.
– Estas experiencias (…) deberían dar lugar a un compartir que se convierta en un estilo de vida.
– La oración, el camino del discipulado y la conversión encuentran en la caridad, que se transforma en compartir, la prueba de su autenticidad evangélica.
– Palabras del santo Obispo Crisóstomo: “Si queréis honrar el cuerpo de Cristo, no lo despreciéis cuando está desnudo; no honréis al Cristo eucarístico con ornamentos de seda, mientras que fuera del templo descuidáis a ese otro Cristo que sufre por frío y desnudez.“
– Estamos llamados a tender la mano a los pobres, a encontrarlos, a mirarlos a los ojos, a abrazarlos, para hacerles sentir el calor del amor que rompe el círculo de soledad.
– Nuestra pobreza es ante todo vocación para seguir a Jesús pobre. Es un caminar detrás de Él y con Él, un camino que lleva a la felicidad del reino de los cielos.
– La pobreza es una actitud del corazón que nos impide considerar el dinero, la carrera, el lujo, como objetivo de vida y condición para la felicidad.
– La pobreza, bien entendida, es la medida que permite valorar el uso adecuado de los bienes materiales.
– Si deseamos ofrecer nuestra aportación efectiva al cambio de la historia, generando un desarrollo real, es necesario que escuchemos el grito de los pobres y nos comprometamos a sacarlos de su situación de marginación.
– La pobreza nos desafía todos los días con sus muchas caras marcadas por el dolor, la marginación, la opresión, la violencia, la tortura y el encarcelamiento, la guerra, la privación de la libertad y de la dignidad, por la ignorancia y el analfabetismo, por la emergencia sanitaria y la falta de trabajo, el tráfico de personas y la esclavitud, el exilio y la miseria, y por la migración forzada.
– La pobreza tiene el rostro de mujeres, hombres y niños explotados por viles intereses, pisoteados por la lógica perversa del poder y el dinero.
– Consideramos la pobreza como fruto de la injusticia social, la miseria moral, la codicia de unos pocos y la indiferencia generalizada.
– Hoy en día, desafortunadamente, emerge cada vez más la riqueza descarada que se acumula en las manos de unos pocos privilegiados, con frecuencia acompañada de la ilegalidad y la explotación ofensiva de la dignidad humana.
– Escandaliza la propagación de la pobreza en grandes sectores de la sociedad entera.
– A la pobreza que inhibe el espíritu de iniciativa de muchos jóvenes, impidiéndoles encontrar un trabajo; a la pobreza que adormece el sentido de responsabilidad e induce a preferir la delegación y la búsqueda de favoritismos; a la pobreza que envenena las fuentes de la participación y reduce los espacios de la profesionalidad, humillando de este modo el mérito de quien trabaja y produce; a todo esto se debe responder con una nueva visión de la vida y de la sociedad.
– Todos estos pobres —como solía decir el beato Pablo VI— pertenecen a la Iglesia por «derecho evangélico.
– Benditas las manos que se abren para acoger a los pobres y ayudarlos: son manos que traen esperanza.
– Benditas las manos que vencen las barreras de la cultura, la religión y la nacionalidad derramando el aceite del consuelo en las llagas de la humanidad.
– Benditas las manos que se abren sin pedir nada a cambio, sin «peros» ni «condiciones».
– (Debemos tener la) mirada fija en quienes tienden sus manos clamando ayuda y pidiendo nuestra solidaridad. Son nuestros hermanos y hermanas, creados y amados por el Padre celestial.
– (Debemos) estimular a los creyentes para que reaccionen ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo suya la cultura del encuentro.
– La invitación (de esta Jornada Mundial) está dirigida a todos, independientemente de su confesión religiosa, para que se dispongan a compartir con los pobres.
– Dios creó el cielo y la tierra para todos; son los hombres, por desgracia, quienes han levantado fronteras, muros y vallas, traicionando el don original destinado a la humanidad sin exclusión alguna.
– Es mi deseo que las comunidades cristianas (…) se comprometan a organizar diversos momentos de encuentro y de amistad, de solidaridad y de ayuda concreta (en la semana anterior a la Jornada Mundial de la Pobreza). Podrán invitar a los pobres y a los voluntarios a participar juntos en la Eucaristía de ese domingo.
– La realeza de Cristo emerge con todo su significado más genuino en el Gólgota, cuando el Inocente clavado en la cruz, pobre, desnudo y privado de todo, encarna y revela la plenitud del amor de Dios.
– En ese domingo (el día de la I Jornada), si en nuestro vecindario viven pobres que solicitan protección y ayuda, acerquémonos a ellos (…) sentémoslos a nuestra mesa como invitados de honor; podrán ser maestros que nos ayuden a vivir la fe de manera más coherente.
– El fundamento de las diversas iniciativas concretas que se llevarán a cabo durante esta Jornada será siempre la oración.
– El Padre Nuestro es la oración de los pobres.
– Todo lo que Jesús nos enseñó con el Padrenuestro manifiesta y recoge el grito de quien sufre a causa de la precariedad de la existencia y de la falta de lo necesario.
– El Padre nuestro es una oración que se dice en plural: el pan que se pide es «nuestro», y esto implica comunión, preocupación y responsabilidad común.
– Pido (a todos los hermanos) que se comprometan para que con esta Jornada Mundial de los Pobres se establezca una tradición que sea una contribución concreta a la evangelización en el mundo contemporáneo.
– Compartir con los pobres nos permite entender el Evangelio en su verdad más profunda.
– Los pobres no son un problema, sino un recurso al cual acudir para acoger y vivir la esencia del Evangelio.