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El mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de los pobres, en 41 frases

autor Enzo Argüelles
tiempo de lectura 7 min
Publicado: 14 jun 2017

El Vaticano ha hecho público el mensaje del Papa Francisco para la I Jornada Mundial de los Pobres, que tendrá lugar el próximo 19 de noviembre. Un mensaje en el que recuerda a los católicos, a los cristianos y a toda la humanidad, que el mundo fue creado por Dios para todos, sin fronteras, muros ni vallas, y son los hombres los que los han construido, traicionando el don original destinado a la humanidad sin exclusión alguna. Frases como está y muchas otras, deberían hacer reflexionar a la humanidad para comenzar a cambiar. Aquí resumimos el mensaje en 41 frases pero merece la pena leer el texto íntegro.

41 frases de el Papa Francisco para la Jornada Mundial de los pobres

– “Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras» (1 Jn 3,18). Estas palabras del apóstol Juan expresan un imperativo que ningún cristiano puede ignorar.

– El amor no admite excusas: el que quiera amar como Jesús amó, ha de hacer suyo su ejemplo; especialmente cuando se trata de amar a los pobres.

– (…) En las primeras páginas de los Hechos de los Apóstoles, Pedro pide que se elijan a siete hombres «llenos de espíritu y de sabiduría» (6,3) para que se encarguen de la asistencia a los pobres. Este es sin duda uno de los primeros signos con los que la comunidad cristiana se presentó en la escena del mundo: el servicio a los más pobres.

– El Maestro proclamó a los pobres como bienaventurados y herederos del Reino de los cielos.

– “Vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno”. Lucas, el autor sagrado que más espacio ha dedicado a la misericordia, describe sin retórica la comunión de bienes en la primera comunidad. Con ello desea dirigirse a los creyentes de cualquier generación, y por lo tanto también a nosotros.

– ¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar?

– Ha habido ocasiones en que los cristianos no han escuchado completamente este llamamiento, dejándose contaminar por la mentalidad mundana. Pero el Espíritu Santo no ha dejado de exhortarlos a fijar la mirada en lo esencial.

– Cuántas páginas de la historia, en estos dos mil años, han sido escritas por cristianos que con toda sencillez y humildad, y con el generoso ingenio de la caridad, han servido a sus hermanos más pobres.

– Francisco de Asís no se conformó con abrazar y dar limosna a los leprosos, sino que decidió ir a Gubbio para estar con ellos.

No pensemos sólo en los pobres como los destinatarios de una buena obra de voluntariado para hacer una vez a la semana, y menos aún de gestos improvisados de buena voluntad para tranquilizar la conciencia.

– Estas experiencias (…) deberían dar lugar a un compartir que se convierta en un estilo de vida.

– La oración, el camino del discipulado y la conversión encuentran en la caridad, que se transforma en compartir, la prueba de su autenticidad evangélica.

– Palabras del santo Obispo Crisóstomo: “Si queréis honrar el cuerpo de Cristo, no lo despreciéis cuando está desnudo; no honréis al Cristo eucarístico con ornamentos de seda, mientras que fuera del templo descuidáis a ese otro Cristo que sufre por frío y desnudez.“

– Estamos llamados a tender la mano a los pobres, a encontrarlos, a mirarlos a los ojos, a abrazarlos, para hacerles sentir el calor del amor que rompe el círculo de soledad.

– Nuestra pobreza es ante todo vocación para seguir a Jesús pobre. Es un caminar detrás de Él y con Él, un camino que lleva a la felicidad del reino de los cielos.

– La pobreza es una actitud del corazón que nos impide considerar el dinero, la carrera, el lujo, como objetivo de vida y condición para la felicidad.

– La pobreza, bien entendida, es la medida que permite valorar el uso adecuado de los bienes materiales.

– Si deseamos ofrecer nuestra aportación efectiva al cambio de la historia, generando un desarrollo real, es necesario que escuchemos el grito de los pobres y nos comprometamos a sacarlos de su situación de marginación.

La pobreza nos desafía todos los días con sus muchas caras marcadas por el dolor, la marginación, la opresión, la violencia, la tortura y el encarcelamiento, la guerra, la privación de la libertad y de la dignidad, por la ignorancia y el analfabetismo, por la emergencia sanitaria y la falta de trabajo, el tráfico de personas y la esclavitud, el exilio y la miseria, y por la migración forzada.

– La pobreza tiene el rostro de mujeres, hombres y niños explotados por viles intereses, pisoteados por la lógica perversa del poder y el dinero.

– Consideramos la pobreza como fruto de la injusticia social, la miseria moral, la codicia de unos pocos y la indiferencia generalizada.

– Hoy en día, desafortunadamente, emerge cada vez más la riqueza descarada que se acumula en las manos de unos pocos privilegiados, con frecuencia acompañada de la ilegalidad y la explotación ofensiva de la dignidad humana.

Escandaliza la propagación de la pobreza en grandes sectores de la sociedad entera.

– A la pobreza que inhibe el espíritu de iniciativa de muchos jóvenes, impidiéndoles encontrar un trabajo; a la pobreza que adormece el sentido de responsabilidad e induce a preferir la delegación y la búsqueda de favoritismos; a la pobreza que envenena las fuentes de la participación y reduce los espacios de la profesionalidad, humillando de este modo el mérito de quien trabaja y produce; a todo esto se debe responder con una nueva visión de la vida y de la sociedad.

– Todos estos pobres —como solía decir el beato Pablo VI— pertenecen a la Iglesia por «derecho evangélico.

Benditas las manos que se abren para acoger a los pobres y ayudarlos: son manos que traen esperanza.

Benditas las manos que vencen las barreras de la cultura, la religión y la nacionalidad derramando el aceite del consuelo en las llagas de la humanidad.

Benditas las manos que se abren sin pedir nada a cambio, sin «peros» ni «condiciones».

– (Debemos tener la) mirada fija en quienes tienden sus manos clamando ayuda y pidiendo nuestra solidaridad. Son nuestros hermanos y hermanas, creados y amados por el Padre celestial.

– (Debemos) estimular a los creyentes para que reaccionen ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo suya la cultura del encuentro.

– La invitación (de esta Jornada Mundial) está dirigida a todos, independientemente de su confesión religiosa, para que se dispongan a compartir con los pobres.

Dios creó el cielo y la tierra para todos; son los hombres, por desgracia, quienes han levantado fronteras, muros y vallas, traicionando el don original destinado a la humanidad sin exclusión alguna.


– Es mi deseo que las comunidades cristianas (…) se comprometan a organizar diversos momentos de encuentro y de amistad, de solidaridad y de ayuda concreta (en la semana anterior a la Jornada Mundial de la Pobreza). Podrán invitar a los pobres y a los voluntarios a participar juntos en la Eucaristía de ese domingo.

La realeza de Cristo emerge con todo su significado más genuino en el Gólgota, cuando el Inocente clavado en la cruz, pobre, desnudo y privado de todo, encarna y revela la plenitud del amor de Dios.

– En ese domingo (el día de la I Jornada), si en nuestro vecindario viven pobres que solicitan protección y ayuda, acerquémonos a ellos (…) sentémoslos a nuestra mesa como invitados de honor; podrán ser maestros que nos ayuden a vivir la fe de manera más coherente.

El fundamento de las diversas iniciativas concretas que se llevarán a cabo durante esta Jornada será siempre la oración.

El Padre Nuestro es la oración de los pobres.

– Todo lo que Jesús nos enseñó con el Padrenuestro manifiesta y recoge el grito de quien sufre a causa de la precariedad de la existencia y de la falta de lo necesario.

El Padre nuestro es una oración que se dice en plural: el pan que se pide es «nuestro», y esto implica comunión, preocupación y responsabilidad común.

– Pido (a todos los hermanos) que se comprometan para que con esta Jornada Mundial de los Pobres se establezca una tradición que sea una contribución concreta a la evangelización en el mundo contemporáneo.

Compartir con los pobres nos permite entender el Evangelio en su verdad más profunda.

Los pobres no son un problema, sino un recurso al cual acudir para acoger y vivir la esencia del Evangelio.

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