¿Está comenzando una nueva revolución… esta vez a favor de Dios?
El título en francés de este libro es: “Dieu – la science – les preuves”, que significa en castellano: “Dios, la ciencia, la evidencia”. Está escrito por Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies y es el resultado de 3 años de trabajo en colaboración con veinte científicos y especialistas. Un intento científico de presentar pruebas modernas de la existencia de Dios.
Está en las librerías francesas desde el 13 de octubre, y la Revista de Le Figaro le dedicó su “portada” y su reportaje de la semana bajo el titular “el libro que trastoca nuestras certezas”.
Del materialismo ateo al transhumanismo
Según los autores, las certezas que sacuden las páginas de este libro son viejas y han envejecido mal.
Se remontan al cientificismo que siguió creciendo desde el siglo XVI al XIX. De Copérnico a Freud pasando por Galileo, Laplace y Darwin. El tiempo en que el desarrollo de las ciencias puso entre paréntesis, cuando no borró, la cuestión de la existencia de Dios.
Todo se podía resumir en aquella famosa frase que le dijo Laplace a Napoleón “No necesito la hipótesis de Dios”.
Aquellos días favorecieron el nacimiento de la corriente del pensamiento materialista ateo, que se ha apoyado en los éxitos científicos para ejercer una dominación creciente en Occidente.
Una especie de autoridad social, más que moral, que continúa hasta el día de hoy con el transhumanismo, empeñado en asegurar la salvación de la humanidad a través de la tecnociencia.
¿Ciencia contra cientifismo?
La tesis de este libro mantiene que ahora este cientificismo autoproclamado todopoderoso está comenzando a ser demolido… ¡por la ciencia misma!
Porque según los autores, las cosas han cambiado de una manera importante durante el siglo XX debido una serie de avances prodigiosos:
• Los descubrimientos de la termodinámica,
• La relatividad,
• La mecánica cuántica,
• La teoría del Big Bang sustentada en las de la expansión del Universo y su inevitable muerte térmica,
Pero también por las observaciones de la vertiginosa delicadeza del “ajuste que presidió la aparición del Cosmos y el surgimiento de los átomos, las estrellas y la vida en la Tierra”.
Como dicen los autores: “Esta increíble odisea científica nos aleja a años luz del materialismo ingenuo que aún impregna la mente de muchas personas”.
Y añaden: “Para beneficio del mayor número de personas, es difícil seguir el extraordinario desarrollo de las ciencias en lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande, y captar su trayectoria en una visión sintética”.
¿Qué busca el libro?
Los dos autores de este ensayo asumen un desafío muy importante.
Un maestro en ciencias y un politécnico han pretendido escribir un libro destinado a una gran audiencia conservando en cada línea la precisión científica necesaria.
Un libro prologado por Robert Woodrow Wilson, Premio Nobel de Física 1978 y co-descubridor de la radiación de fondo cosmológica que vino a probar la teoría del Big Bang.
Un científico que compartió premio Nobel con Arno Allan Penzias: Lograron ver con su antena la luz más antigua del Universo. Los primeros fotones que se crearon cuando el Cosmos se expandió lo suficiente como para permitir que se desacoplaran la materia y la radiación y ésta pudo por primera vez circular libremente por un joven Universo de tan sólo 380.000 años de antigüedad.
Y que se pregunta, junto a una veintena de especialistas que colaboran con estas páginas:
“¿Qué interés, no solo intelectual sino existencial, puede competir con la cuestión de la existencia de Dios?”
La pregunta que nunca desaparece
Y es que por más que durante muchos años, gran parte de los científicos pusiesen entre paréntesis y aboliesen la idea de Dios, el libro intenta explicar por qué esta pregunta vuelve con fuerza una y otra vez.
Pero ahora lo hace con una dirección distinta y un interés diferente. Quizás hasta más científico:
“¿Por qué todos los descubrimientos modernos actualizados siguen trayectorias que convergen hacia conclusiones abrumadoras?”
Y los autores resumen la situación actual afirmando que mientras hace 100 años todos los científicos estaban convencidos de lo contrario, hoy comienza a existir un consenso para reconocer que la vida compleja presupone ajustes de las leyes de la naturaleza.
Y esta es una precisión asombrosa. Hasta ahora estadística y totalmente improbable.
¿Hay respuestas?
Hoy podríamos decir que hay bastante unanimidad entre los científicos a la hora de reconocer que el Universo se está expandiendo: que tuvo un comienzo y que tendrá un final.
Ahora bien, si el tiempo, el espacio y la materia tuvieron un comienzo y si el Universo implica un ajuste tan complejo, ¿cómo es posible que con honradez científica no nos hagamos la pregunta que ya atormentaba a los “sabios” (tanto científicos como filósofos) de la Antigüedad?
- ¿Como escapar al argumento de Dios como un “primer principio”?
- ¿Como negar sin más la posibilidad de encontrar un ser en el origen de todo?
- ¿Cómo negar sin más a un ser trascendente, un ser inteligente, atemporal e inmaterial, a quien la religión llama Dios?
- ¿Estamos entonces realmente, como dice el subtítulo del libro, “en la cúspide de una revolución”?
- ¿Podemos llegar a alguna certeza seriamente acerca de la existencia de Dios?
Un razonamiento optimista… a favor de Dios
El regreso de esta pregunta esencial – un verdadero cambio epistemológico – ciertamente se encuentra solo en sus primeras etapas, pero al leer el libro es posible compartir el razonamiento optimista de los autores que afirman al final de su introducción:
“En última instancia, Dios existe o no: la respuesta existe independientemente de nosotros y es binaria. ¿Es sí o es no?”
¿Es posible que solo nuestra falta de conocimiento haya sido un obstáculo hasta ahora?
La realidad hoy es que el descubrimiento de un cuerpo de evidencia convergente, que es al mismo tiempo numeroso, racional y procedente de campos de conocimiento diferentes e independientes, arroja una luz nueva y quizás decisiva sobre esta cuestión.
¿Una luz científica?