El preso que sobrevivió a la erupción volcánica más mortal del siglo XX
El Monte Pelée, en la isla caribeña de Martinica, fue protagonista de una de las erupciones volcánicas más mortales de la Historia.
Sant Pierre, capital cultural y municipio más importante de la isla, quedó completamente destruido. Las más de 28.000 personas que se encontraban en la ciudad desaparecieron de un día para otro.
Un infierno del que, según las crónicas, solo dos personas lograron escapar.
En abril comenzaron a avisar los temblores
Corría el año 1902. Martinica era una isla normal del Caribe, con grandes plantaciones de caña de azúcar y destilerías de ron. Sant Pierre era una ciudad floreciente, conocida incluso como “la París de las Indias Occidentales”.
Pero el mes de mayo fue funesto para todos los habitantes de la isla.
Desde finales de abril una serie de terremotos advertían de que algo se movía bajo la tierra.
Después empezaron algunas explosiones de vapor de agua. La caldera del volcán se llenó formando un estanque de agua hirviendo.
Y empezó a escupir ceniza, que cubrió los campos y las ciudades vecinas.
Pero el día 5 una pared de la caldera colapsó, y el agua del lago hirviente se dirigió a áreas pobladas, acabando con la vida de unas 150 personas.
Entonces los habitantes de las zonas más cercanas al Monte Pelée decidieron huir y fueron a refugiarse en la aparente seguridad de Sant Pierre, situada a 10 kilómetros al sur de la cumbre.
Día 8 de mayo, 7:52 de la mañana
El día 8 de mayo, a las 7:52 de la mañana, una nube de ceniza, gas y roca incandescente se dirigió a una velocidad impresionante a la ciudad de Sant Pierre. Y sólo 10 minutos después, a las 8:02, la ciudad ya estaba sumida en una enorme tormenta de fuego.
La ladera de la montaña explotó en dirección sur. La presión hizo que la nube de fuego y gas saliera a velocidades huracanadas hasta la infausta ciudad.
El estallido fue tan severo que, desde entonces, este tipo de erupciones son conocidas en geología como “peleanas”, recordando para siempre lo ocurrido aquel terrible día en el Monte Pelée.
Un horno de más de 1.000 grados centígrados
El flujo piroclástico es una mezcla de gases volcánicos calientes, materiales sólidos incandescentes y aire atrapado en el interior, que en ciertos tipos de volcanes se mueve a nivel del suelo y puede viajar hasta a 200 kilómetros por hora.
Pueden ser letales debido a lo rápido que se mueven y a las altísimas temperaturas.
Y eso fue lo que pasó aquel día en Sant Pierre.
El flujo piroclástico arrasó con todo a su paso. En cuestión de minutos la ciudad se sumió en la oscuridad y se convirtió en un horno de más de 1.000°C.
Todas las comunicaciones con la localidad se perdieron durante horas.
Hasta las 15:00, siete horas más tarde, las altas temperaturas no permitieron a nadie acercarse a Sant Pierre.
De 28.000 habitantes, 2 supervivientes
Los documentos citan únicamente dos supervivientes que estaban en la ciudad en ese momento, aunque otras fuentes apuntan a que Havivra da Ifrile, una niña pequeña, también logró escapar.
El primero se llamaba Léon Compère-Léandre. Vivía en el límite de la ciudad, casi a las afueras, y logró huir, aunque sufrió quemaduras por todo su cuerpo.
Y aunque se hizo menos famoso que el preso Ludger, lo cierto es que pasó a la historia por sobrevivir no a una, sino a dos nubes piroclásticas.
Porque Léon, que logró salir a la carrera de Sant Pierre, se instaló para su recuperación en la localidad de Morne Rouge. Y allí, 3 meses después, el 30 de agosto del mismo año, sufrió otra nube piroclástica de la que también consiguió salir con vida.
Solo un condenado aguantó toda la tormenta de fuego
Pero el que muchos consideran como el “único” superviviente, porque sólo él estuvo en la ciudad durante todo el tiempo que duró la tormenta de fuego, Fue Ludger Sylbaris. Un delincuente que se encontraba en prisión en el momento de la erupción.
Entre las distintas versiones que explican su presencia en prisión, la más extendida es que Ludger, borracho, participó en una pelea en un bar e hirió a otra persona, por lo que fue condenado a un mes de reclusión.
Pero poco antes de acabar la condena se escapó, y cuando lo atraparon de nuevo, lo condenaron a otros ocho días.
Unos días que, junto a la pelea en el bar, le salvaron la vida.
Aquellos fueron los días en los que Martinica vivió el peor desastre de su historia.
Una celda casi bajo tierra
Ludger estaba recluido en una pequeña y angosta celda cuyo habitáculo estaba casi por completo bajo tierra.
Tan solo una pequeña ventana superior permitía la ventilación. Y el condenado tuvo la suerte de que esa ventana se encontraba mirando hacia el sur, libre del flujo piroclástico que llegó directo a Sant Pierre.
La cárcel además contaba con paredes de piedra muy robustas que la convertían en el edificio más preparado de la ciudad para este tipo de desastres.
Pero ni por esas. Porque a pesar de la solidez, las paredes de la cárcel cedieron.
Todas menos la de Ludger, que aguantó gracias a estar prácticamente enterrada en el suelo. Y eso le salvó la vida.
Tres días después, el 11 de mayo de 1902, un grupo de rescate escuchó sus gritos de angustia y auxilio y pudo salvarlo.
Tenía el cuerpo lleno de quemaduras porque la temperatura del interior de la prisión también se volvió asfixiante, y porque por la pequeña ventana entró algo de ceniza y gases.
Pero había quedado lo suficientemente aislado del infierno exterior como para sobrevivir.
En aquella mañana de fuego, gases y lluvia de piedras incandescentes, su celda fue el único lugar de la ciudad donde fue posible sobrevivir.
Su nueva forma de vida
La vida de Ludger cambió radicalmente tras la erupción. Aquel aire que le quemaba le daba poco después una doble oportunidad.
La de seguir con vida y la de tener una nueva vida.
Dejó atrás su mal comportamiento y se volvió incluso famoso.
Porque al recuperarse de sus lesiones se unió al circo Barnum and Bailey, y se dedicó a contar al público cómo había sido la experiencia de sobrevivir a la erupción del Mont Pelée, enseñando las cicatrices que le quedaron.
Un cambio de vida a mejor gracias a una pelea de borrachos que hizo que se salvara de una de las erupciones más violentas que jamás ha presenciado el ser humano.
Una de las pocas personas que estuvo en el infierno y vivió para contarlo.