Esta es la gran historia por la que Merkel debe ser recordada
Angela Merkel acaba de decir adiós a la política. Vuelve a su casa en el centro de Berlín, de la que nunca salió, y de ella se contarán ahora mil y un historias tan reales como curiosas.
Se recordará que fue una política conservadora nacida y criada en un país comunista, como la RDA.
Que siendo fuertemente creyente (es hija de un pastor protestante) siempre recordó las dificultades que tenía para vivir su fe en una dictadura más allá del telón de acero.
Que acudió al peluquero de Claudia Schiffer para acallar las críticas constantes sobre su peinado.
Que nunca asumió el apellido de su actual marido, porque Sauer significa “enfadado” y Frau Sauer habría sido “Señora enfadada”. Por eso lleva el de su primer esposo, con el que estuvo muy poco tiempo casada.
Que vivió 8 años con su marido y no se casó antes para que nadie pensase que lo hacía por medrar en su partido, al ser cristianodemócrata (la CDU).
Que se relaja vestida con vaqueros, ocupándose del jardín y cocinando mientras escucha música clásica.
Una historia para recordar, e imitar
Pero después de todas estas cosas, lo que realmente puede y debe quedar para la historia ocurrió en 2015 y tiene mucho más calado.
Es así como lo destaca la nueva biografía de Angela Merkel escrita por Kati Marton y titulada “La canciller”.
Fue hace ya seis años cuando Merkel se negó a cerrar las fronteras de su país a una marea de refugiados que huían de la guerra civil y el colapso del Estado en Oriente Medio y África.
En aquel momento dijo una frase para la historia:
“Si Europa fracasa en la cuestión de los refugiados, entonces no será la Europa que deseamos”.
Con esa fuerza fue como pidió a los otros países de la Unión Europea que hiciesen un hueco en sus vidas para aquella avalancha de seres humanos.
Y añadió:
“No quiero entrar en una competencia en Europa sobre quién puede tratar peor a estas personas”.
Aquella actuación la relata la autora de la biografía como sigue:
“Para una canciller habitualmente impasible y cautelosa, fue un gran salto político. Un acto repentino de heroísmo moral que definiría su legado”.
Y no fue palabrería.
A finales de año había llegado a Alemania un millón de refugiados.
Recibió críticas durísimas
Fue entonces cuando los grandes observadores políticos de toda Europa predijeron un desastre. Y anunciaron que sería la ruina de Merkel.
Incluso alguien como Henry Kissinger, siempre insensible, cuenta la biógrafa Morton que le dijo a Merkel:
“Dar refugio a un refugiado es un gran acto humanitario. Pero permitir la entrada de un millón de extraños es poner en peligro la civilización alemana”.
También le anunciaron que aquella decisión sería su ruina política.
Y hasta hubo quien soltó palabras gruesas. Como el exsecretario del Tesoro americano, Hank Paulson, que escribió:
“Cualquiera que crea que Alemania puede absorber pacíficamente una migración de ese tamaño y con esta enorme diferencia cultural, es un tonto”.
Alarmantes primeros resultados
Los primeros días parecían dar la razón a los críticos.
Aquel estallido de violencia la víspera de Año Nuevo en Colonia, cuando no pocos hombres de los recién llegados agredieron sexualmente a decenas de mujeres alemanas.
Y las consecuencias posteriores, que parecían poner contra las cuerdas a Merkel y su partido.
– El partido derechista Alternativa para Alemania obtuvo 94 escaños en las elecciones federales de 2017. Y pasó a ser el mayor partido de oposición en el Parlamento.
– Ella perdió nada menos que 65 escaños, aunque logró seguir al frente del gobierno.
– Hasta hubo quien la acusó de asustar a los británicos y propiciar el Brexit.
Pero seis años después, las catástrofes predichas por los críticos de Merkel no se han cumplido.
Con el paso del tiempo, escribe la autora de esta biografía
“Merkel resultó haber elegido el rumbo absolutamente correcto no solo para Alemania sino para el mundo”.
Es más, en las recientes elecciones alemanas, las de su despedida, los refugiados apenas fueron un problema.
“La sensación es que en este tiempo ha habido en Alemania poco extremismo islámico y pocos delitos extremistas como resultado de esta inmigración”.
Es más, la opinión generalizada en el país es que la gran mayoría de estos inmigrantes se ha integrado con éxito en la fuerza laboral y en la sociedad alemana.
Kati Marton
Una idea que vale un libro
Esta historia con los refugiados fue lo que inspiró a Kati Marton, ex jefa de la oficina de ABC News en Alemania y autora de nueve libros anteriores, a escribir sobre Merkel.
Y cuenta que
“al ver aquello en el verano de 2015 solo pensé, wow, ¿quién es ella y cómo se está saliendo con la suya?”
Marton es hija de refugiados de Hungría, periodistas encarcelados por el régimen comunista, y nieta de víctimas de Auschwitz.
Una “cuenta pagada” para el país
Por un lado Alemania, según muchos analistas, aceptó este reto como el pago de una deuda con la historia y una oportunidad de redención por el holocausto.
Quizás por eso, cuando los trenes de refugiados llenos de hombres, mujeres y niños exhaustos, entraron en la estación de Múnich, fueron recibidos por un mar de carteles que decían, ‘Bienvenidos a Alemania’.
Los sostenían ciudadanos que los esperaban en los andenes. Mientras otros miles de voluntarios convirtieron escuelas y tiendas en dormitorios.
“los alemanes estaban emocionados de verse a sí mismos en el papel de salvadores humanitarios”.
El doble efecto de la decisión
Pero los refugiados tenían mucho que aportar. En un país que envejece con una tasa de natalidad baja, eran un complemento fundamental para la fuerza laboral.
Además, la decisión de Merkel implicaba obligaciones para los refugiados que llegaban al país.
Así lo dijo en una reunión de su partido ese mismo año. Una frase que ahora sus opositores intentan criticar calificándole como un enfoque conservador de la decisión:
“Los refugiados tienen la responsabilidad de adaptarse a las costumbres alemanas. El multiculturalismo es una farsa”.
Por eso los recién llegados estaban obligados a aprender alemán y por eso los distribuyeron por todo el país, para evitar la creación de guetos.
Merkel no estaba dispuesta a que se produjera en Alemania un drama similar al de Bélgica, Francia o Reino Unido. Donde una gran concentración de inmigrantes han convertido barrios enteros en zonas reservadas que viven al margen de la ley… y del país.
Además, Merkel no dejó la frontera abierta de par en par. Enseguida negoció un acuerdo con Erdogan, presidente de Turquía, para evitar que todos los migrantes siguieran su camino hacia Europa.
Merkel actuó con grandeza, pero no permitió que la emoción superara su sentido de realpolitik.
Y por eso ahora hay muchos teóricos progresistas que la critican. Pero lo que dicen los hechos es que Merkel alojó en su país un millón de personas desesperadas en un momento en que otros estaban colocando alambre de espinos o mirando para otro lado.
Como dice Kati Morten en su libro:
“Alemania hizo algo grandioso, algo de lo que el resto del mundo podría aprender, porque según avanzan las guerras y las calamidades ecológicas se hace cada día más necesario”.
– “Y con su actuación todos tenemos un caso real. Una referencia para saber cómo se puede hacer y cómo puede funcionar. Y espero que el mundo haga uso del ejemplo de Merkel”.
El estribillo de la canciller Merkel en aquellos días de 2015 fue: “Podemos hacerlo”.
¡Si los demás también pudiéramos y quisiéramos!