Sigue virgen la isla que prohíbe entrar a mujeres y obliga a los hombres a bañarse desnudos
Okinoshima es una isla sagrada situada en el suroeste de Japón, dominada por un monasterio del siglo XVII y que una vez fue el lugar en el que se centralizaban los rituales sintoístas para orar por la seguridad marítima.
Tiene 800.000 metros cuadrados, junto con tres arrecifes cercanos y otros cuatro lugares que le incluyen, y recibió el estatus de Patrimonio de la Humanidad en la cumbre anual que el organismo de las Naciones Unidas, UNESCO, celebró el fin de semana del 9 de julio de 2017 en Cracovia, Polonia.
Los sacerdotes de Munakata Taisha, un grupo de santuarios sintoístas, son los únicos que en principio están autorizados a entrar en la isla, y con el objetivo de acudir a rezar en el santuario del siglo XVII.
Pero también cada año se permite la visita, sólo una vez el 27 de mayo, de 200 hombres para honrar a los marineros que murieron en una batalla naval ocurrida en las aguas cercanas durante la guerra Ruso-Japonesa de 1904 a 1905.
Pero antes de que vayan a tierra, los 200 hombres deben observar rituales de siglos de antigüedad, incluyendo quitarse todas sus ropas y realizar el misogi, es decir, bañarse desnudos en el mar para librarse de las impurezas.
Es sorprendente que, además, se les prohíbe tajantemente a los hombres llevar a casa recuerdos, incluso si son teóricamente tan simples como unas ramitas, o unas piedras pequeñas recogidas del suelo, o briznas de hierba, hojas caídas de algún árbol… nada puede salir de la isla por insignificante que sea el objeto.
También se puede considerar hoy especialmente polémico el hecho de que la UNESCO haya considerado Patrimonio de la Humanidad (aunque sea hace 4 años) a un lugar que tiene restringida su entrada a las mujeres.
Y más si tenemos en cuenta que la razón de esta prohibición nunca ha sido declarada públicamente. Pero una teoría -que se extiende a otros aspectos de la cultura japonesa- cita la creencia sintoísta de que la sangre menstrual es impura, con lo que la isla podría perder su carácter de lugar sagrado.
Pero Okinoshima no siempre fue solo un lugar para la oración. En su historia hay huellas más que suficientes para demostrar que durante mucho tiempo fue un importantísimo centro de intercambio internacional de mercancías.
Alrededor de 80.000 artículos considerados como tesoros nacionales han sido desenterrados en la isla, incluyendo espejos de la dinastía Wei China, anillos de oro de la península coreana y fragmentos de un tazón de vidrio de Persia.
La amenaza de los turistas en Okinoshima
Cuando hace ahora 4 años la UNESCO concedió esta reconocimiento internacional a Okinoshima, le estaba aportando a la vez una ayuda económica muy importante, ya que la declaración de Patrimonio de la humanidad le daba acceso a fondos para su mantenimiento.
Lo malo es que esa realidad podía conllevar una peligrosa contrapartida en forma de poner en peligro su paz y su condición de lugar de oracíón y recogimiento.
Porque visto el conocimiento internacional y la expectación mundial que esta ‘elección’ implicaba, surgió la preocupación por el peligro que podía amenazar a la isla. Peligro en forma de invasión de turistas que llegasen a sus costas y se integrasen en sus bosques sin permiso alguno para entrar.
Pero los sacerdotes tuvieron claro desde el principio que no pensaban permitir que este reconocimiento mundial cambiase para nada las costumbres de la isla. Y así lo manifestó en su día Takayuki Ashizu, el principal sacerdote de Munakata Taisha, quien aseguró que
– “la prohibición del turismo y del acceso a las mujeres permanecerá en su lugar -a pesar de la inundación de peticiones que ya habían cursado las agencias de viajes- porque la gente no debe visitar la isla por curiosidad”.
Y de omento, 4 años después, lo han conseguido.