¿Te parece malo Donald Trump? Pues mira las cosas que hacía cuando era pequeño
Tomando aquella frase de “Enséñame un niño de siete años y te mostraré al hombre” varios periodistas de The Washington Post decidieron entrevistar a docenas de personas que conocieron a Trump cuando era niño y publicar una nueva y sorprendente biografía del presidente de los Estados Unidos. ¿Se parece? ¿Mucho? ¿Poco?…
Los propios periodistas autores de la biografía de Trump consideran que el parecido entre el niño y el hombre es algo asombroso, y que las formas y maneras de quien es hoy un personaje, han variado muy poco respecto a lo que hacía cuando sólo era niño.
Hijo de un rico constructor adicto al trabajo y de una inmigrante, era la envidia de sus vecinos porque su familia tenía chofer, cocinero, televisión en color, dos Cadillacs… Y también de los otros niños cuando veían su bicicleta de carreras italiana con ¡10 velocidades! Y una enorme y magnífica maqueta de tren.
Pero lo más divertido son las anécdotas que cuentan sus vecinos, compañeros, profesores, sobre las trastadas que Donald Trump hacía de pequeño, y que revelan a un niño muy movido y bastante cafre.
Dennis Burnham, que vivía al lado de la casa de los Trump, era un niño cuando su madre lo sacó en el corralito a su jardín. Y cuando después de dejarlo allí un rato, volvió a verlo, se encontró al actual presidente de Estados Unidos, que por entonces tendría cinco o seis años, encaramado a su valla y tirándole piedras al corralito.
Desde entonces su madre le dijo al niño que se mantuviese alejado de los Trump para que no le pegase el ‘matón’ de la familia.
Otro niño local, Steven Nachtigall, que hoy es un médico de 66 años de edad, dice que él recuerda a Donald Trump como “un matón bocazas” que un día saltó de su bicicleta para golpear a otro niño.
Al joven Donald en la escuela le apodaban ‘tapa plana’ por su peinado rubio tapando su cabeza.
Otro entrevistado cuenta que a Donald le gustaba presumir de cómo una vez robó bloques de un juego de construcción de Robert y se quedó tan contento con lo que construyó, que decidió pegar los bloques para que su hermano no pudiese destruirlo para construir otra cosa.
Lo que nadie le llama es cobarde ni acosador. Porque los acosadores suelen ser unos cobardes y Donald tenía agallas. Así lo cuenta una ex niñera, Frank Biggs, que recuerda un día, cuando el niño tenía unos cinco años que fueron a explorar una tubería de alcantarillado que se estaba construyendo en el barrio y, para su sorpresa, cuando cayó la noche y cualquier niño se habría asustado, él siguió en la oscuridad sin retroceder.
Todos los niños Trump fueron juntos a una escuela primaria privada inteligente llamado Kew-Fores, donde rápidamente se hizo famoso por ser uno de los niños rebeldes. Unos de los del grupo que daban vueltas por los recreos, se portaban mal en clase y tiraban del pelo a las niñas.
“Era un niño terco y decidido”, recuerda su ex profesora Ann Trees. “Cuando se sentaba con los brazos cruzados y ponía esa mirada ‘hosca’ en su cara…” Y ante esta descripción del niño, los autores del libro aseguran que es una imagen que cualquier persona que viera uno de los debates presidenciales republicanos de 2016 puede imaginar fácilmente.
Otro antiguo compañero de clase recordó que Donald nunca admitía estar equivocado y “tenía fama de decir lo primero que se le venía a la cabeza” añadió.
Cuando tenía siete años, tiró de las trenzas a su compañera Sharon Mazzarella. Ella lo persiguió lo golpeó en la cabeza con su fiambrera metálica.
Trump pasó tanto tiempo castigado en el colegio, que el castigo pasó a llamarse DT en su honor.
Son anécdotas concretas de una actitud conocida, y que el propio presidente ha admitido siempre al recordar su infancia. Con frases como que asume haber sido un elemento perturbador para su escuela, aunque asegura que no era un malvado. Y se ha jactado durante mucho tiempo de que, cuando tenía ocho años, casi se expulsado por dar su profesor de música un golpe que le puso el ojo morado.
En los deportes era bastante mejor que en clase. Adoraba el béisbol y era bueno, aunque más bien agresivo. Un compañero recuerda cómo le prestó su bate una vez, se puso furioso y se lo rompó, pero nunca llegó a pedirle disculpas.
La vida familiar de Trump ofrece pistas sobre su competitividad feroz y habilidades sociales limitadas en la escuela.
Su padre era partidario de la disciplina férrea y era muy tacaño. Estaba decidido a endurecer sus hijos para que pudieran enfrentarse a la vida como despiadados hombres de negocios.
A los niños Trump les prohibieron tener mascotas o llamarse unos a otros con apelativos cariñosos. Y les educaba para que fuesen capaces de ganar dinero por sí mismos, por lo que recogían botellas vacías por las casas y se quedaban con el dinero de ‘la devolución del casco’.