¿Enseñar a las vacas a ir al baño para luchar contra el cambio climático?
“¿Por qué no enseñan a las vacas a ir al baño?” fue lo que en 2007 preguntaron en la radio a la conductista animal, Lindsay Matthews, cuando explicaba lo mucho que la orina de vaca daña el medio ambiente.
La pregunta era una broma, pero hizo pensar a la investigadora de la Universidad de Auckland. Y ahora, casi 14 años después, él y sus colegas han logrado lo que muchos creían imposible: han enseñado a casi una docena de terneros, que normalmente orinan y defecan al azar, a “sostenerlo” y orinar en un lugar específico.
Sí, las vacas están aprendiendo a usar el baño.
El nuevo hallazgo está muy lejos de ser una tontería sin repercusiones.
Porque si se lograse aplicar a los 270 millones de vacas lecheras que hay en el mundo, podría afectar seriamente las sustancias químicas tóxicas y los gases de efecto invernadero producidos por los desechos bovinos.
“Es un gran problema”, dice Lindsay Whistance, etóloga aplicada en el Centro de Investigación Orgánica, una organización con sede en el Reino Unido que trabaja para hacer que las granjas sean más respetuosas con el medio ambiente.
La etología es la ciencia que estudia el comportamiento de los animales y creen que hay que tomarse más en serio la mente de las vacas porque “estos animales son capaces de mucho más de lo que les pedimos”.
Whistance comenzó en 2009 a buscar formas para enseñar a un puñado de terneros a hacer sus necesidades para obtener una recompensa.
Al cabo de un tiempo, y aunque parezca increíble, inmediatamente después de orinar o defecar las vacas acudían a Whistance en busca de un premio, con lo que demostraban que eran conscientes de lo que estaban haciendo.
Pero los fondos para el proyecto se agotaron y Whistance no entendía muy bien cómo de práctico podría ser enseñar a las vacas a ir al baño. Ni para los granjeros, ni para las propias vacas.
Ahí es donde entró la protagonista del programa de radio, Matthews.
Unos años después de aquella entrevista estaba charlando con sus colegas sobre un problema que acuñó como el “acertijo del asesino del clima”.
Desde principios de la década de 2000, los agricultores de Europa y otras regiones habían dejado de tener encadenadas a sus vacas lecheras en el establo, para pasar darles más espacio y permitirles moverse por el interior.
El problema de eso es que con esa fórmula, en lugar de que la orina y las heces de docenas de animales fueran directamente a una zanja fácil de limpiar, se desparramaban por todo el suelo de hormigón.
Y eso no es una cuestión menor, porque los excrementos dispersos pueden causar infecciones bacterianas en las vacas.
Sobre todo cuando su caca se mezcla con la orina, ya que eso supone un importante peligro ambiental: porque el amoníaco se transforma en óxido nitroso, que es un potente gas de efecto invernadero.
Para hacernos una idea de la importancia basta saber que la mitad del amoníaco producido en Europa proviene de granjas de ganado. Y si tenemos en cuenta que hay cientos de millones de vacas lecheras en el mundo, si pudiésemos capturar un 80% de la orina de vaca conseguiríamos una reducción del 56% en las emisiones de amoníaco.
Entonces construyeron un pequeño granero en los terrenos de su instituto en Leibniz.
El interior parecía el típico laberinto para las colas de los parques de atracciones. Tubos de metal y las barandillas que formaban largos pasillos y terminaban en una puerta abatible, que se encontraba frente a un cuadrado de césped artificial: el inodoro para vacas.
El equipo lo llama el “MooLoo” y en el interior tiene una ventana podría abrirse para que los animales cogiesen su premio: una mezcla de melaza o cebada triturada.
En la fase uno del entrenamiento para ir al baño, el equipo le dio un diurético a 16 terneros Holstein antes de confinar a cada uno al MooLoo.
Los animales fueron recompensados con comida cada vez que orinaban, y después de 10 a 30 intentos, 10 terneros aprendieron a asociar el hecho de hacer pis, con la golosina. “Aprendieron muy rápido”, dice Langbein.
En las siguientes dos fases, los investigadores trasladaron a los terneros al pasillo, aumentando gradualmente la distancia a la letrina hasta 5 metros.
Las vacas que orinaban antes de llegar al inodoro eran rociadas suavemente con agua.
Pero sólo después de entre 5 y 15 rondas en la nueva configuración, 10 de los terneros caminaron hasta el baño para hacer sus necesidades. Y casi siempre sin un accidente en el camino, según informan los investigadores en Current Biology .
“La tasa de aprendizaje de los terneros está dentro del rango observado en niños de 2 a 4 años, y más rápido que en muchos niños”, dice Matthews.
Langbein agrega que ahora podían trasladar los desechos a un tanque de almacenamiento, usarlos como fertilizante o incluso tomar muestras para monitorizar la salud de las vacas individuales.
Ahora, el equipo que ha enseñado a las vacas a ir al baño se está planteando cómo se podrá hacer posible eso mismo con los cientos de vacas que puede tener un granjero.
Y como está prácticamente seguro de que los granjeros no se van a poner a entrenar a sus vacas, están buscando maneras de automatizar el proceso. Con dispensadores automáticos de golosinas, sensores de humedad…
Y también necesitarán expandir el entrenamiento para hacer caca.
“Nunca hemos explotado realmente las capacidades cognitivas de las vacas, pero sabemos que aprenden a reconocer a diferentes personas mucho más rápido que los cerdos, por ejemplo”.
Y si lograsen utilizar su capacidad para ayudar a mantener limpios los establos, además de ser bueno para el medio ambiente, reduciría la carga de trabajo de los agricultores”.
Con todo, Whistance no está convencido de que el entrenamiento de las vacas en los establos de verdad sea algo realista.
Porque los animales tendrían que aguantar sus vejigas para recorrer distancias mucho más largas, e incluso adelantar a otras vacas para para llegar al baño. Y no parece fácil
Pero al menos, Langbein espera que el trabajo mejore la reputación del bovino.
– “La gente piensa que los animales de granja son sucios y estúpidos, y eso afecta la forma en que los tratamos. Pero cuando la gente se dé cuenta de que estos animales son mucho más inteligentes de lo que les hemos dado crédito, tal vez se preocupen más por su bienestar”.