Villancicos: canciones que estuvieron prohibidas y hoy alegran nuestra Navidad
¿Conoces la historia de los villancicos?
¿Cuándo nacen, dónde, con qué objetivo?
Porque aunque hoy sean canciones felices que narran alegría, nos traen la fiesta y nos acercan la familia, no siempre estuvieron bien vistos ni dedicaron su música a la Navidad.
Los villancicos, o canciones de la villa, nacieron en el siglo XII y antes de cantar al Nacimiento de Jesús hablaron de damas y galanes.
Incluso en los siglos XVI y XVII estuvieron prohibidos tanto en habla hispana como en habla inglesa, y por más que intentaron frenarlos hoy han llegado a sonar en todos los ritmos, idiomas…
Incluso existe el convencimiento de que es un villancico cristiano, Blanca Navidad, el single más vendido de todos los tiempos, interpretado por Bill Crosby,
¿Los villancicos nacieron en Andalucía?
Algunos historiadores creen que fue en Andalucía, donde un poeta ciego árabe dio forma a estos cantos, intercalando una estrofa en árabe con un estribillo en romance.
Para es alguien tan importante parta nuestra lengua como Menéndez Pidal quien asegura que fue en el siglo XII cuando sonaron por primera vez en el mundo.
Claro que en su origen no tuvieron la relevancia ni el significado que tienen en la actualidad.
Entonces sólo eran estrofas que hablaban de los favores de una dama o de la ingratitud de un galán, a las que ponían música.
Los escribían gente del pueblo que vivían en las villas (no en el campo), y por eso se llamaron “villanescos”, palabra que con el tiempo evolucionó a lo que hoya todos conocemos como “villancicos”.
Los bautizó el Marqués de Santillana
Fue el Marqués de Santillana el primero que usó el término “villancicos” en un poema que les dedicó a sus tres hijas. Pero en él no se hablaba para nada de asuntos religiosos.
Y así se consideraban villancicos canciones cuyas letras anónimas están en el llamado Cancionero de Uppsala, fechado en 1492 en España, y que decían, más o menos:
“Cómo puedo yo bivir/
Si el remedio tras que ando,
No tiene como ni quando”
o bien
“Desposastes, oh, Señora,
Solo por de mi os quitar.
Casareys y habreys pesar”,
una casi versión de lo que Antonio Prieto haría famoso siglos después con la faosa canción de “Blanca y radiante va la novia” que todos conocemos.
Otro villancico simpático e igual de desesperado de aquel entonces y que se hizo bastante famoso decía:
“No me las amuestres más
que me matarás.
Son tan lindas y tan bellas
Que a todos matas con ellas;
Y aunque yo muero por vellas,
No me las amuestres más,
Que me matarás”.
Eran unas composiciones con las que el pueblo disfrutaba y que se hicieron populares por toda España.
Nacieron con la Misa del Gallo
Fue gracias a la Misa de Gallo, durante la Edad Media, cuando los villancicos comenzaron a tener letras con los motivos navideños que hoy les damos como imprescindibles.
Según el historiador Francisco José Gómez:
– “El momento cumbre de regocijo y algarabía en la Misa del Gallo era la adoración del Niño Jesús, tiempo en que las gentes hacían sonar los instrumentos que habían llevado a la iglesia, entonaban cantos…”
Y en ese momento predominaba claramente el tema navideño, antecedente de los villancicos, e incluso los fieles liberaban pajarillos que habían sido capturados los días previos con el fin de soltarlos esa misma noche, en ese preciso momento.
Villancico y aguinaldo
También esa mágica noche del Nacimiento del Niño Dios se daban aguinaldos, especias o dinero a personas que habían cumplido una labor en favor de la comunidad, o bien que eran mendigos y no tenían cómo sostenerse.
Por eso el villancico y el aguinaldo han estado unidos para siempre.
Incluso en algunas comunidades al cántico en sí mismo se le denomina hoy precisamente aguinaldo.
Y también cantar el villancico por el premio que significa el aguinaldo en sí mismo es una costumbre en otras partes, donde el pastor o el director del coro timbrea y canta el pequeño coro a quien abre la puerta.
Canción de moda en el Siglo de oro
Durante el Siglo de Oro el villancico fue enormemente popular y los grandes maestros de la lengua escribieron letras para ellos cada vez que pudieron:
Teresa de Ávila, Lope de Vega, Luis de Góngora, Sor Juana Inés de la Cruz…
En aquellos años publicaron cancioneros sólo de villancicos y gran parte de la popularidad se debió a los monjes franciscanos y las hermanas clarisas, que los llevaban y traían por sus conventos e iglesias. En su tradición armaban pesebres vivientes y en ellos ponían a cantar a los participantes.
Prohibidos por el rey
Pero no toda la historia de los villancicos es algo bonito, comprensible por todos y lleno de felices recuerdos.
En España fue el rey Felipe II, en 1596, quien prohibió que volvieran a sonar los villancicos en la Capilla Real y por todo Madrid.
Consideraba que estas estrofas interferían con la composición de música litúrgica en latín, y eso era una afrenta porque, decían algunos, el latín era la lengua de los ángeles.
Y prohibidos por cromwell
Pero no fue la única vez que estuvieron prohibidos. También Olivier Cromwell los hizo erradicar de la corte de Inglaterra.
Promovió la ley en 1644, y en 1647 encontró su aprobación.
Consideraba que los villancicos eran una costumbre papista y en la que además se gastaba muchísimo dinero, así que mejor dejarla. Y así se hizo.
Pero como suele ocurrir con todas las manifestaciones socialmente arraigadas, el intento de hacerlos desaparecer por parte de los poderosos, se convirtió en u fortalecimiento para el pueblo.
Y así el villancico, como todas las manifestaciones populares, volvió fortalecido.
Los peces en el río en el siglo XVII
En el Siglo XVII el padre Soler escribió el que hoy sigue siendo célebre villancico, “Mira cómo beben los peces en el río” que hoy canta hasta Bart Simpson.
Luego fue el padre Joseph Mohr quien una noche de 1818 compuso otro de los villancicos más famosos, entonces y ahora.
Había salido de su parroquia en Obendorf, Austria, a bendecir un bebé, y se sintió tan emocionado por la piedad de la familia que visitó, que al volver se sentó y redactó lo que hoy conocemos como Stille Naicht o Noche de paz. Una emotiva letra a la que F.X. Gruber puso música.
La popularidad del villancico
A partir de estos días, el villancico mutó su forma musical.
Por un lado, interesó a los músicos clásicos como Félix Mendelssohn y Gustav Holst, quienes escribieron canciones de Navidad.
Y por otro, el villancico se reinventó en la canción popular que llega hasta nuestros días.
Irving Berlin, un músico judío americano, creó en 1940 la canción navideña más recordada y cantada: White Christmas (Blanca Navidad).
La leyenda cuenta que el autor estaba ese mes de diciembre alojado en un hotel en Phoenix, Arizona, y extrañaba tanto el frío navideño de Nueva York, que se lanzó a componer esta canción con los mejores de sus recuerdos.
La versión fue grabada al año siguiente por Bing Crosby y todavía hoy aparece en muchos ránkings como el single más vendido de todos los tiempos.
Irving Berlin había marcado un camino e inventado un estilo, quizás sin darse cuenta, y desde entonces no ha habido gran compositor o cantante que no haya incluido el motivo navideño, en forma de villancico, en su repertorio.
Y así hoy tenemos villancicos de todos los estilos y géneros. Desde José Alfredo Jiménez y Elvis Presley, a Luis Miguel y Michael Bublé.
Villancicos reggae, mariachi, bolero, pop, jazz, cumbia, gospel, folk de Estados Unidos, y hasta tango.
Y hoy en Spotify, por citar una plataforma, hay 43 listas de canciones navideñas, incluyendo una Laleyt Eid de villancicos en árabe, dos de Januca (la fiesta judía) y una titulada En otro mambo, para el que necesita apartarse del asunto.
Por cierto, “espíritu navideño” es el nombre que se da a una emoción que todos los grupos humanos sentimos, al menos una vez al año, de tenderle la mano al otro.
Y tal vez sea el mejor sentimiento humano.
Villancicos asturianos
Desde aquí se han popularizado villancicos de todos los idiomas, de todos los grupos humanos y de todas las regiones.
Y para empezar, unos villancicos asturianos para vivir la navidad con aires de sidra, mar azul y montaña verde mezclados con el negro de la mina y el rojo de la sangre.
Ahí van algunos que no nos podemos perder.