Día del Libro: Por qué se celebra en todo el mundo el 23 de abril, y qué tiene que ver con San Jordi
Hoy es el Día del Libro. En Catalunya, en España y en casi todos los países del mundo.
La fecha ha sido elegida, a petición de España, por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Y no precisamente por azar.
El 23 de abril del mismo año, 1616, murieron los dos escritores más reconocidos de la historia: Miguel de Cervantes y Willian Shakespeare.
También murió ese día el literato peruano Inca Garcilaso de la Vega, considerado a su vez el primer mestizo americano de la historia: hijo del noble español, Sebastián Garcilaso de la Vega y la princesa Inca, Isabel Chimpu Ocllo, nieta del Inca Túpac Yupanqui.
El Día del Libro, una iniciativa de Vicente Clavel y Alfonso XIII
La celebración de este día dedicado a la literatura comenzó como una iniciativa del escritor y periodista valenciano, afincado en Barcelona, Vicente Clavel Andrés. Quien en 1922 tuvo la idea de celebrar un Día del Libro para conmemorar a Miguel de Cervantes y su Don quijote, con el objetivo de extender la cultura.
Poco más tarde, concretamente el 6 de febrero de 1926, el rey Alfonso XIII decidió que cada año se conmemorara una fiesta dedicada al libro, coincidiendo con el nacimiento de Cervantes el día 7 de octubre.
Pero la fecha del 7 de octubre escogida para las efemérides resultó efímera.
- Primero porque no se sabe con certeza si Cervantes nació el 7 de octubre.
- Y segundo, y quizás más importante, porque se pretendía hacer una fiesta callejera y entre la primavera y el otoño no había muchas dudas a favor del buen tiempo.
Así que solo 4 años más tarde, en 1930, el Rey decidió que se trasladase la fiesta definitivamente al 23 de abril, fecha de la muerte del escritor.
Madrid, primera capital mundial del libro
La tradición española de celebrar el Día del Libro se extendió al mundo en 1995, cuando el gobierno español presentó una propuesta a la Asociación Internacional de Editores para celebrar el Día del Libro en todo el mundo.
Y a esa tradición la UNESCO añadió la decisión de designar cada año una ciudad como Capital Mundial del Libro.
La elección recae en la Asociación Internacional de Editores, la Federación Internacional de Libreros y la Federación Internacional de Asociaciones e Instituciones Bibliotecarias, que lo hacen cada año desde entonces.
La primera Capital Mundial del Libro fue Madrid, en 2001. Le siguieron Alejandría, Nueva Dheli, Amberes…
Y este año le ha correspondido el honor a la ciudad de Tbilisi, en Georgia.
La leyenda de Sant Jordi y su unión con el Día del Libro
La costumbre catalana de regalar una rosa proviene, según el Ayuntamiento de Barcelona, de la feria de rosas que se realizaba ya en el siglo XV en Barcelona, y coincidía con el día de Sant Jordi
“Era una feria que tenía lugar en el Palau de la Generalitat, y a ella acudían parejas, prometidos y matrimonios, que se obsequiaban con una rosa”.
En cuanto a la tradición de regalar un libro, es muchísimo más reciente y está ligada a la celebración del Día del Libro que, en honor a Cervantes y su Don Quijote, se celebra desde los años 20 del siglo pasado.
La historia de San Jorge y la de San Jordi
Pero ¿Quién fue San Jordi?
Aunque hay algunas historias sobre un joven catalán que tenía ese nombre, la versión más fiable es que San Jordi (con su nombre traducido al catalán) es uno de los santos más conocido en el mundo entero: San Jorge.
Se trata de uno de los santos cristianos más venerados de la historia. Hasta el punto de que también tiene un lugar destacado en las religiones afroamericanas y la musulmana de Medio Oriente. Especialmente en Palestina, donde lo llaman Mar Djíries (árabe cristiano) o Al-Jádr (árabe tanto cristiano como musulmán).
La historia de los santos habla de un romano llamado Jorge que tras morir su padre, el oficial del ejército romano Geroncio, se trasladó con su madre a Lydda, y allí fue educado en la fe cristiana.
Muy joven se enroló en el ejército romano donde tuvo una carrera llena de éxitos, hasta el punto de que antes de cumplir los 30 años ya era tribuno, y fue elegido por el emperador Diocleciano para formar parte de su guardia personal.
Pero cuando el emperador emitió un edicto autorizando la persecución de los cristianos, Jorge confesó que él también lo era.
Entonces fue torturado para que apostatase, y como no lo hizo, fue condenado a muerte y decapitado.
Su cuerpo fue enviado a la ciudad de Lydda, que hoy se llama Lod y pertenece a Israel, donde sigue enterrado.
San Jorge fue patrono de Portugal y lo es de Georgia y de multitud de lugares en el mundo entero.
En España lo fue de la Corona de Aragón, en la Edad Media.
La historia del Dragón
Cuenta la leyenda de Sant Jorge (nació a finales del siglo II en la Capadocia, actualmente en territorio turco y por entonces parte del Imperio romano) que por aquellas fechas había un dragón monstruoso con unas garras largas y un aliento de fuego que comía a la gente viva y que hizo huir al pueblo, despavorido.
Los ciudadanos, incapaces de encontrar una solución, decidieron darle ovejas cada día para que no se comiera a más personas.
Y cuando se acabaron las ovejas le dieron vacas, bueyes y todos los animales que tenían, hasta que se quedaron sin ninguno.
El rey, muy preocupado, se reunió para organizar un concurso del que saldría cada día la persona que el pueblo ofrecería al dragón para que se la comiera.
Pero un día le tocó el infortunio a la hija del rey.
Y éste, muy triste, propuso al pueblo dar todo su oro y su reino a cambio de la vida de su hija.
Pero el pueblo se lo negó.
Entonces el rey pidió 8 días para llorar sus penas, y cuando llegó el momento de entregar a la princesa para que se la comiera el dragón, un jinete con un caballo blanco apareció de repente con una lanza y un escudo dorado.
Era el caballero Sant Jorge (Jordi en catalán), quien consiguió salvar la vida de la princesa clavando su lanza en el corazón del dragón y dándole muerte.
Después, de la sangre del dragón que cayó al suelo salió un rosal con unas rosas que brillaban al sol, y entonces, el caballero Sant Jorge cogió una, la más bonita de todas, y se la dio a la princesa en señal de amor.
El rey le pidió a San Jorge que se casara con su hija y le ofreció su oro y la mitad del reino. Pero él se fue sin decir nada.
Desde entonces la gente del pueblo vivió tranquila.